En ese momento, me esperaba de todo menos aquello. Nunca pensé que vería con mis propios ojos mi cuerpo inerte en un callejón encima de un charco de sangre... eso sólo significaba una cosa. Estaba muerta.

martes, 4 de marzo de 2014

▶ Prólogo

    Terror era un adjetivo corto para describir lo que sentía en aquel mismo momento. ¿Por qué a mí? Me preguntaba mientras corría por unas calles oscuras de Newcastle. Eché la vista atrás y la figura oscura seguía ahí, a unos metros de mí... y corriese lo que corriese, la siniestra silueta seguía a unos metros de distancia de Anna, como solían llamarme.

Dios, no me podía estar pasando esto... ¿Qué hago? Pensaba mientras corría como si la vida me fuese en ello. ¿Quién era aquella oscura figura que me seguía? ¿Qué quería de mí?

-¡Déjame en paz!-Grité mientras las lágrimas me caían por las mejillas.-¡Vete!

Pero como era de esperar, la amenazadora figura no contestó, solo se limitó a seguir detrás de mí. 

Estuve corriendo a todo lo que daba mi frágil y delgado cuerpo, con la esperanza de que aquella silueta desapareciera de mi vista. ¿Quién me manda a mí salir y volver sola a mi casa a las cuatro de la mañana? 

Con la mayor rapidez que tuve, torcí hacia una callejuela y seguí corriendo. 

Cuando pensaba que ya me había casi librado de la espantosa silueta, tuve la gran desdicha de meterme en un callejón sin salida. Y entonces, en ese momento, supe que estaba a su disposicón, que estaba en sus manos, y grité e intenté encontrar una salida por todas partes, mientras lloraba desesperadamente. 

Cada vez lo tenía más cerca, y más cerca, y más... hasta que estaba enfrente de mí, firme como un tanque. 

Yo me tiré al suelo, llorando y gritando al mismo tiempo, esperando que todo esto solo fuese una mala pesadilla de la que en cualquier momento despertaría. Pero desgraciadamente, no lo era. 

La enorme figura desenfundó algo que no pude ver dada a la escasa luz del lugar, pero sólo podía ser una cosa, y esa cosa era un arma. 
  
Noté como me apuntaba con ella y yo solo fui capaz de apretar los dientes, y esperar a mi muerte. Y el disparo se instaló en mi cabeza. El dolor fue intenso, pero breve. 

Y  en ese momento, me esperaba de todo menos aquello. Nunca pensé que vería con mis propios ojos mi cuerpo inerte en un callejón encima de un charco de sangre... eso sólo significaba una cosa. Estaba muerta.

                                                                                                                          Pedro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario