En ese momento, me esperaba de todo menos aquello. Nunca pensé que vería con mis propios ojos mi cuerpo inerte en un callejón encima de un charco de sangre... eso sólo significaba una cosa. Estaba muerta.

viernes, 7 de marzo de 2014

▶Capítulo 2 | 1ª parte

No. No. No. No. No. No. No.
Esa palabra se repite una y otra vez en mi cabeza. Esto no puede estar pasando. Es simplemente imposible.
Anna...Anna...¡Mi Anna!
Intento tanquilizarme. Soy consciente de que estoy en medio de la calle, todavía con el teléfono en la oreja, aunque hace ya cinco minutos que no se oye nada.
No. No. No puede ser. 
Estoy paralizada, en estado de shock. El grito que he pegado antes ha hecho que todo el mundo se gire hacia mí. Pero yo sigo parada. No puedo moverme. No puedo hablar. No puede ser.
La gente se queda a mi alrededor. Creo que me están preguntando que si estoy bien.
-Bien, Amy, tranquilízate. -Susurro para mí misma.
Genial. Ahora la gente está murmurando. Creo que piensan que estoy loca.
Pero no. No. No puede ser. No. Es inaceptable. No. 
Me estoy mareando. Creo que me voy a caer. Siento mucha angustia, voy a vomitar.
Estoy tan impactada que no puedo ni llorar. Tal vez porque es imposible. ¡Anna! 
Estoy gritando. La gente me dice que estoy pálida. ¡Dejadme en paz! Nadie puede imaginar el dolor que siento ahora mismo. 
Entonces recuerdo una de las pocas palabras que entendí de todo lo que dijo el policía: ¡Asesinada!
Me zafo de la gente que tengo a mi alrededor y salgo corriendo.
Oh, ese miserable de David. Lo va a pagar muy caro. ¿Cómo ha sido capaz? Se lo voy a hacer pagar. Pero bien pagado. ¡Cabrón! 
El odio que siento hacia David ahora mismo es imposible de superar. Sí. 
Intento serenarme una vez más, sin mucho resultado. 
Estoy en una especie de callejón. Estoy llorando. Sí, noto las lágrimas saladas en mi boca. Debo de estar llorando. No me doy cuenta de nada de lo que hay a mi alrededor. Sólo veo dolor, dolor y más dolor. Decido irme a mi casa. Tambaleante, voy andando. Poco a poco. Las personas que van andando por las frías calles me señalan con el dedo. Llego al portal de mi casa y consigo abrir la puerta después de varios intentos. Me tiembla todo.
Oh...Anna. Anna. Anna. Estoy subiendo las escaleras cuando alguien me para. No sé quién es. No tengo ganas de ver a nadie. ¡Dejádme tranquila! 
Me mira, me da una especie de papel y se va. Lleva capucha, creo. No me entero de nada. Sería un vecino. Subo a casa, abro la puerta y me apoyo en ella una vez cerrada. Voy cayendo poco a poco, con la espalda apoyada. Oh, dios. Creo que soy incapaz de soportar más dolor. Decido leer la nota que me han dado. Son cuatro palabras. Cuatro palabras terribles. Cuatro jodidas palabras. Cuatro palabras...
Ya no puedo soportarlo más, todo se pone negro.
                 
                                                                                              Mariela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario