En ese momento, me esperaba de todo menos aquello. Nunca pensé que vería con mis propios ojos mi cuerpo inerte en un callejón encima de un charco de sangre... eso sólo significaba una cosa. Estaba muerta.

miércoles, 12 de marzo de 2014

▶Capítulo 4 |1ª Parte

No soporto ver así Amy. No. Y menos por mi culpa, en cierto modo. Oh, Amy...¿Por qué eres así? Come, sal, disfruta....haz todo lo que yo ya nunca voy a poder hacer.

Las ganas de darle un abrazo son inmensas...de decirle que estoy aquí, que nunca estará sola, aunque ya no me vea. Que mi cuerpo estará muerto, pero mi corazón y mi cariño siempre estarán con ella. Que entregaría todo porque disfrutase y sea feliz, aunque ya no pueda compartir esos momentos, aunque ya no pueda estar físicamente a su lado.

Si pudiese llorar, habría inundado la habitación.
Necesito un abrazo,...cosa que nunca más podré recibir, ni dar. ¿Por qué no me morí y ya está? ¿Por qué debo estar aguantando esta penuria de vida, si se le puede llamar así? Ya que estoy muerta, al menos me gustaría descansar.

Estoy pensando, cuando de repente llaman a Amy por el móvil. Escucho con atención.

La llamada es breve pero intensa. Dios, es el hombre que me mató, y que ahora quiere hacer lo mismo con Amy. Le pregunta si ha recibido la nota. ¿Quiere decir eso que no fue él quien se la entregó? ¿Quiere decir eso que hay más de uno empeñado en matarnos? Conmigo ya lo han conseguido, pero bajo ningún concepto dejaré que maten a Amy.


Ay... Estoy tan confusa. Necesito pensar.

Mi amiga decide ir al hospital, y yo, sin dudarlo, la sigo.
Amy se pone los cascos, supongo que para distanciarse del mundo, para intentar olvidar...o al menos, intentar calmar ese dolor que le recorre el cuerpo día tras día, y que pasa como torbellino por su corazón y lo destroza cada vez más.
Entonces pone la canción. Tan alto que puedo llegar a escucharla. Nuestra canción. Veo como unas lágrimas caen por sus mejillas, mientras solloza. Chillo, aunque nadie pueda oírlo, intentando así calmar el dolor, la angustia y la tristeza que siento cada vez que la veo así. Cada vez que llora y no puedo hacer nada. Cada vez que se derrumba y sé que es por mi muerte, porque se siente culpable de no haberme acompañado en su momento a casa... Ay, Amy, ¿Por qué te empeñas en cargar tú con la culpa?

Mientras mi amiga se ahoga entre sus propias lágrimas,yo la miro, con añoranza. Con ganas de darle un abrazo y llorar en su hombro, como tantas otras veces había hecho en el pasado.
Pero ahora era eso, pasado.

                                                                                                   Pedro.

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